Si bien el mejorar nuestros hábitos alimenticios no nos va a garantizar la inmunidad contra el cáncer, está demostrado que el hacerlo sirve de gran ayuda, aunque sea parcial. Esto se debe a que los alimentos ricos en antioxidantes y vitaminas, tales como el pescado, las frutas, las verduras y el té verde, contribuyen a evitar las inflamaciones reiteradas que terminan degenerando en cáncer. Igualmente, el comer sano implica abandonar hábitos alimenticios negativos, como las comidas muy condimentadas, el alcohol y el cigarrillo.
